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La nueva política de deportaciones será difícil de batallar en los tribunales
Las nuevas directrices migratorias en Estados Unidos convierten a todo inmigrante ilegal en objeto de expulsión. Los expertos prevén un aluvión de detenciones.
AMANDA MARS, Nueva York 22 FEB 2017 – 22:04 CET
Habrá juicios, detenciones, manifestaciones. También conflictos entre el Gobierno federal y esas llamadas “ciudades santuario” -Nueva York, Los Ángeles o Chicago- que hacen la vista gorda con los inmigrantes sin papeles. Pero el corazón de las nuevas directrices de la Administración de Trump sobre las deportaciones será difícil de batallar en los tribunales, al menos, por el momento: la política de prioridad en la expulsión es una potestad presidencial y, además, los documentos publicados este miércoles no especifican los procedimientos de la puesta en marcha.
“Muchas partes del memorando que hemos conocido hoy hablan de que se tiene que crear un comité para ver cómo implementan las medidas, con lo cual es muy difícil llevarlo ante un juez, porque aún no se ha puesto en marcha. Lo que pasó con el decreto del 27 de enero [el que vetaba temporalmente la entrada a los llegados de siete países de mayoría musulmana] es que el Gobierno lo puso en marcha inmediatamente y se pudo parar. Ahora hay que ver cómo todo eso entra en vigor”, explica Rex Chen, miembro de Safe Passage Project, una asociación de abogados sin ánimo de lucro de Nueva York que ayuda a los miles de menores de edad que entran cada año solos y de forma irregular.
Las directrices conocidas este viernes mantienen la protección a los llamados dreamers, jóvenes que llegaron como niños a Estados Unidos y que han crecido en el país sin papeles. Pero Chen advierte de que “esto solo significa que aún no hay una decisión tomada al respecto, Trump dijo que era un asunto muy complejo y necesitaba tiempo, pero no se sabe aún qué hará”.
Faye Hipsman, del Instituto de Política Migratoria, una organización independiente para estudio de los movimientos migratorios, recalca que detener, en bloque, las nuevas directrices “es muy difícil, aunque probablemente veremos muchos litigios, porque el presidente es el que tiene la autoridad a la hora de fijar las prioridades en las deportaciones”. Hipsman coincide con Chen en que la situación de los dreamers, los que un día fueron niños migrantes, no está clara todavía.
El principal cambio de la guía de actuación de Trump es que es esfuerzo en la detención y expulsión de los inmigrantes sin papeles -se calcula que hay unos 11 millones en Estados Unidos- ya no son aquellos con delitos a la espalda, sino que “todo el mundo en situación irregular puede ser expulsado”.
Para aquellos en situación irregular que lleven menos de dos años en el país, además, se ha abierto la puerta a las expulsiones inmediatas, sin pasar por el tribunal. El problema de un extranjero sin papeles que sea detenido será poder demostrar que lleva más tiempo en Estados Unidos y para eso es necesario tener localizados rápidamente documentos que lo justifiquen. “No creo que tengan que llevar las pruebas encima todo el tiempo, pero sí es importante que sus familiares o amigos sepan muy bien dónde están y puedan entregarlos enseguida”, apunta Chen.
Llevar a cabo las deportaciones será costoso, de momento, el departamento de Seguridad Interior ha anunciado que contratará 15.000 nuevos agentes. William A. Stock, de la Asociación Americana de Abogados de Inmigración, advierte de que “el incremento masivo en detenciones requerirá miles de millones en fondos que el Congreso tendrá que imponer a los contribuyentes”, y la falta de recursos para contratar a los jueces de inmigración y los agentes de asilo “significa que el sistema se volverá más lento y disfuncional”.
Algunas organizaciones sostienen que el giro en la política de deportaciones ya se empezó a ver en las últimas semanas. Hace dos, de hecho, una operación de cinco días por parte de la agencia encargada de aplicar las leyes migratorias se saldó con centenares de detenidos en al menos seis Estados de todo el país.
The new deportation policy will be difficult to deal with in court.
The new immigration guidelines in the United States make any illegal immigrant subject to expulsion. Experts predict a barrage of arrests.
AMANDA MARS, New York FEB 22 2017 – 22:04 CET
There will be trials, detentions, demonstrations. Also conflicts between the federal government and those so-called “sanctuary cities” – New York, Los Angeles or Chicago – that turn a blind eye to undocumented immigrants. But the heart of the Trump administration’s new guidelines on deportations will be difficult to battle in court, at least for the time being: the priority policy on expulsion is a presidential power, and in addition, the documents released this Wednesday do not specify start-up procedures.
“Many parts of the memorandum that we have known today speak of a committee having to be set up to see how they implement the measures, making it very difficult to bring before a judge because it has not yet been set in motion. Decree of January 27 [the one that temporarily vetoed the arrival of the newcomers of seven countries of Muslim majority] is that the Government started it immediately and it was able to stop. Now it is necessary to see how all this enters into force,” explains Rex Chen, a member of the Safe Passage Project, a New York nonprofit law association that helps the thousands of children entering every year on their own and in an irregular manner.
The guidelines known this Friday maintain the protection of so-called dreamers, young people who arrived as children to the United States and who have grown up in the country without papers. But Chen warns that “this just means that there is still no decision made, Trump said it was a very complex matter and needed time, but it is not yet known what he will do.”
Faye Hipsman of the Institute of Migration Policy, an independent organization for the study of migratory movements, stresses that blocking the new guidelines “is very difficult, although we will probably see a lot of litigation, because the president is the one that has the authority to set the priorities in the deportations.” Hipsman agrees with Chen that the situation of dreamers, who once were migrant children, is not clear yet.
The main change in Trump’s action guide is that it is an effort to arrest and expel undocumented migrants – an estimated 11 million in the United States – are no longer those with crimes on their backs, rather “everyone in an irregular situation can be expelled.”
For those in irregular situations that have been in the country less than two years, in addition, the door has been opened to immediate expulsions, without going through the court. The problem of an undocumented foreigner being detained will be to prove that he has been in the United States for the longest time, and for that it is necessary to quickly locate documents that justify it. “I do not think they have to take the evidence on them all the time, but it’s important that family members or friends know where they are and can deliver them right away,” Chen notes.
Carrying out the deportations will be costly, so far the Department of Homeland Security has announced that it will hire 15,000 new agents. William A. Stock of the American Immigration Lawyers Association warns that “the massive increase in detentions will require billions in funds that Congress will have to impose on taxpayers,” and the lack of resources to hire immigration judges and asylum agents “means that the system will become slower and more dysfunctional.”
Some organizations argue that the shift in deportation policy has already begun to emerge in recent weeks. Two days ago, in fact, a five-day operation by the immigration enforcement agency resulted in hundreds of detainees in at least six states across the country.